Esta mañana diversas lecturas que han llegado a mi por causalidad, es decir por una causa concreta, me han recordado, en un momento que lo necesitaba, que mi esencia, como la de todos, es espiritual, que somos seres encantadores y diamantes que brillan llenos de virtudes y cualidades.

Para conservar esta idea de auto-respeto y acrecentarla te propongo esta meditación. 

Siéntate cómodamente y apoya las manos en los muslos.

Toma una inspiración profunda, contén un momento el aire y después suéltalo pensando que se van las tensiones.

Hazlo un par de veces más y suelta todo lo que te impide relajarte, lánzalo fuera de ti...

Imagina que tienes ante ti la carta de El Carro, la pides permiso y entras en ella.

Eres tú quien está subido a ese carro y ordenas a los caballos mentalmente que avancen, el carro es seguro, el tiempo es perfecto y solo tienes que disfrutar del paseo.

Aprecias el hermoso paisaje que te rodea, árboles que se alinean a lo largo del camino, escuchas el agua de un arroyo y sigues manejando el carro con la fuerza de tu intención.

Según sigues paseando empiezas a ver el mundo y a las personas con otros ojos, tu visión es mucho más amplia y profunda.

Los pequeños conflictos cotidianos dejan de tener importancia, las cosas que te molestan porque no son de tu gusto, las insignificantes manías o costumbres que te alteran, irritan y bajan la moral...

Caes en la cuenta de lo inútil de perder el tiempo tratando de cambiar a las personas que quieres, en vez de disfrutar de su compañía, la vida es demasiado corta para desperdiciarla así.

Tu estado de ánimo se ha ido reconfortando, te sientes bien y agradecido por cada gesto amoroso, palabra agradable, personas que te han hecho y hacen sonreir, toda la cantidad de ternura y cariño que recibes y das durante toda tu vida, que hace especial tu paso por este planeta...

Y cuando sientas que estás listo, trae el carro de regreso a este tiempo y lugar.